La terapia sistémica o familiar se ha mostrado muy efectiva para el tratamiento y la prevención de una variedad de problemas emocionales y conductuales en niños y adolescentes.

La terapia sistémica con niños y adolescentes parte de la premisa de que la conducta y la identidad de los hijos nacen sobre todo de las relaciones y condiciones familiares. Un niño o un joven generalmente no tiene el poder y la autonomía para hacer cambios importantes en su vida. Se requiere del apoyo de los padres / cuidadores primarios para encontrar nuevas formas de comportarse y relacionarse. Por lo tanto, cuando un niño presenta una problemática, es más eficaz tratarlo en conjunto con el sistema familiar cercano.

Al incluir a las personas más significativas del niño dentro de la terapia, se puede generar una comprensión más integral de lo que aqueja a los padres y/o los hijos, y cómo han tratado lidiar con esta situación hasta el momento. Muchas veces, los padres han intentado resolver y afrontar los problemas que presentan sus hijos sin embargo los conflictos con los jóvenes se pueden tornar inclusivamente peor, lo cual puede generar sentimientos de impotencia e indefensión.

Paradójicamente y a pesar del esfuerzo que realizan los padres / cuidadores primarios para mejorar la situación, los problemas de conducta que interfieren en el desarrollo del niño comúnmente son originados y/o mantenidos en el sistema familiar.

Muchas veces no pronunciamos lo que realmente sentimos y pensamos en una relación por el miedo de dañarla sin remedio. Paradójicamente hablar estas cosas importantes, muchas veces puede salvar la relación de pareja. Pensar que la pareja ya sabe cómo me siento es un error que nos lleva a retener información necesaria para generar una relación de comprensión.

La pareja moderna caracterizada por los tiempos en los que vivimos tiene desafíos específicos. Los roles que empeñan hombre y mujer en la relación ya no están definidos tan rígidamente por la sociedad, lo cual exige de la pareja negociar sus roles en donde ambos puedan satisfacer sus necesidades. Muchas veces tal negociación no se hace de manera consciente o abierta y los miembros de la pareja no se percatan de que sus esfuerzos por satisfacer al compañero están basados en la creencia de que el otro siente piensa y percibe igual.

Es posible que de una manera progresiva e inadvertida se desarrollen dinámicas de interacción dentro de la pareja que lleven a la destrucción de las bases emocionales, básicas y necesarias para ambos miembros de la pareja. La vida en pareja se vuelve confusa, conflictiva y difícil.

En muchos casos se muestra también útil revisar las creencias y suposiciones de cada miembro de la pareja a partir de su historia, familia de origen y experiencia de vida. Estas creencias se adquieren de manera consciente e inconsciente e influyen de forma determinante en nuestras maneras de relacionarnos.

Por ejemplo las creencias y constructos sociales que tenemos alrededor del tema de género determinan nuestra identidad, nuestra forma de relacionarnos, de posicionarnos y asumir roles dentro de una relación. Pocas veces nos preguntamos qué nos significa ser hombre / mujer y qué comportamientos asumimos a partir de estos significados. Frecuentemente hay premisas ocultas, propias del patriarcado, que limitan la posibilidad de una relación y convivencia genuina. Analizar estas premisas, desechar las que nos obstruyen y vivirse desde nuevas definiciones, distintas a las que dicta la hegemonía social patriarcal, puede ser liberador tanto para hombres como mujeres.

La terapia de pareja es efectiva tanto para conflictos o crisis graves como para cuestionamientos acerca de los conflictos de la vida de relación que surgen con la evolución normal de la relación ("¿Dónde estamos parados?”).

La experiencia muestra que los clientes generalmente ya poseen los recursos y fortalezas que se requieren para un cambio deseado, sin embargo la persona no es consciente de ello, ya que el problema parece haber puesto una sombre sobre ellos. El trabajo del terapeuta consiste en descubrir junto con el cliente todos estos recursos que en este momento no están tomados en consideración, y concientizarse de ellos para usarlos para los cambios que desea el cliente.

La forma de trabajar depende siempre de las necesidades de la persona y es tarea del terapeuta adaptar la terapia a ellas. Cada persona forma su realidad a partir de su vida y sus experiencias. Por lo tanto la terapia no se enfoca en lo que es la “verdad”, sino en las experiencias y sentimientos de la persona. Tampoco existe una forma única y correcta de vivir la vida, sino cada quien tiene que encontrar su manera y su felicidad. El objetivo es generar un ambiente de confianza donde se pueden ver nuevas maneras y caminos para afrontar ciertas situaciones, dentro de un espacio donde la persona se puede sentir segura.

A menudo también es importante revisar el sistema de creencias que tiene la persona, que muchas veces desde la infancia se construye y se mantiene sin reflexionar conscientemente sobre ello. Esto puede obstruir la solución del problema. Es importante revisar qué significa cierta situación para la persona y de qué forma se podría dar un nuevo significado; verlo desde otro ángulo.

Aunque las personas significativas del cliente no están presentes físicamente en la terapia, sus voces se consideran importantes y se traen a las sesiones, haciéndolos presentes de manera simbólica para poder trabajar a partir de las relaciones con los demás.